El poder de la mirada
A lo largo de esos miles de años de coexistencia con el hombre, los perros debieron desarrollar esas capacidades que hoy día conocemos y que los humanizan tanto.
En particular esa capacidad extraordinaria que les permite entender, leerinconscientemente las intenciones y emociones de los humanos. Lectura que se piensa que hace el perro a través de los gestos corporales que observa pero, sobre todo, por el movimiento de los músculos de la cara (aparte, otros muchos estímulos y de modo especial los olores y los sonidos con los que claramente diferencia, lee, el lenguaje emocional universal).
Es posible, pues, que el perro sea capaz de leer ciertas expresiones faciales; me refiero a aquellas que expresan alegría, disgusto, sorpresa, tristeza, rabia y sobre todo miedo. Destacando en este sentido la capacidad que tienen los perros de poder leer la mirada humana. Esto, al parecer, se debe, al menos en parte, a que la esclerótica humana (contrariamente a la del resto de los animales) es blanca, lo que permite al perro observar con facilidad el movimiento y dirección de la mirada junto, por supuesto, al propio movimiento de la cabeza.
Ello representa una excepcional ventaja a la hora de cooperar en estrategias de caza o de otro tipo, sin que medien sonidos o alertas de cualquier otra naturaleza (como pudiera ser, por ejemplo, el movimiento de la cabeza que acabo de mencionar) y lo convierten, por ende, en un enorme valor para la supervivencia.
Varios experimentos avalan lo que acabo de señalar al mostrar que los perros son capaces de seguir el movimiento de los ojos de las personas y leer además intenciones en sus caras, aun manteniendo fija la cabeza, cosa que no hacen otros animales (ni siquiera los lobos), excepto quizá los chimpancés.
Es más, los perros parecen especialmente atentos siempre a las miradas y caras humanas. Y esto, se ha especulado, ha sido debido a una especialización de sus cerebros a través de cambios genéticos que bajo presiones selectivas (evolutivas) han ocurrido en el transcurso de ese largo periodo de colaboración mutua entre ambas especies.
Curiosamente, todavía hoy no se sabe si los neandertales tenían la esclerótica del ojo blanca como los humanos modernos. De haber tenido los neanderthales la esclerótica oscura, como la de los chimpancés, se explicaría, al menos en parte, esta supuesta ausencia de cooperación y comunicación neanderthal-perro, cosa que por fortuna dejó de suceder cuando el ser humano pasó a ser un homo sapiens.
Autor: Francisco Mora